The Bear regresa con una cuarta temporada, que aunque tiene algunos tropiezos, demuestra por qué no podemos despegar la mirada del caos plasmado en esta cocina.
Dirigida por Christopher Storer y protagonizada por Jeremy Allen White, Ebon Moss-Bachrach y Ayo Edebiri, la serie presenta la historia de un exitoso chef que trabajó en las cocinas de algunos de los mejores restaurante del mundo, pero que tras el suicidio de su hermano mayor regresa al barrio donde nació en Chicago para hacerse cargo del restaurante de sándwiches familiar.
La primera temporada presenta a los personajes y establece las bases para lo que prometía ser una de las mejores series de los últimos años. La segunda entrega es una cátedra de cómo plasmar emociones humanas rodeadas de desorden mientras desarrolla a cada uno de los protagonistas; en ella se encuentran grandes episodios como “Peces” y “Tenedores”.
Durante la tercera temporada es innegable que el ritmo decayó, pero a pesar de esto, todas han sido acreedoras de múltiples premios y nominaciones. Acumulan 21 Emmys hasta el momento, tanto en las categorías de dirección como de actuación.
Sin embargo, muchos no estaban seguros de qué esperar de esta cuarta entrega. Aunque no iguala a la segunda o primera temporada, sí recupera el ritmo que conquistó a los fanáticos. El estrés, la ansiedad, el trauma familiar y la comida continúan siendo pilares centrales, pero conforme avanzan los capítulos, cierta tranquilidad toma la serie, a pesar de que el restaurante está en números rojos y literalmente parece tener los días contados.
La familia es uno de los temas principales y, aunque ya hemos visto lo importante que es para los personajes de esta serie, me parece que es hasta esta temporada donde se muestra desde otra perspectiva el amor que se tienen entre ellos: no solo el trauma, también la lealtad y el perdón. El episodio que engloba a la perfección esto es el de la boda, en la cual, a diferencia de la caótica cena de Navidad de la segunda temporada, permite que los personajes conversen, claro, existen gritos, pero también comienzan a sanar sus propias heridas.
Sin hacer muchos spoilers, la figura del reloj y el tiempo son muy importantes. Si pudiera resumir esta temporada de alguna manera sería que todo tiene un final, y en cualquier momento el tiempo de algo o de alguien puede terminar. Aunque esto sucede en la recta final, son los primeros capítulos los que para mi tropiezan en el ritmo, además de que ciertas relaciones como la de Claire y Carmy no aportan mucho realmente.
Las actuaciones continúan siendo destacables, en especial en la conversación del último capítulo, pero no todos tienen su momento de brillar. Podemos sentir la incomodidad, la angustia y el estrés que experimentan los personajes, acompañados de las tomas frenéticas y cercanas, elementos que constituyen la fórmula perfecta que The Bear tiene para hacer que no puedas apartar la mirada.
Con diálogos tan certeros que te ponen a pensar aún después de concluir el capítulo, acompañados de relaciones familiares y laborales con las que algunos podrían sentirse identificados, esta cuarta temporada regresa a los orígenes que la hicieron brillar al comienzo y deja servida la mesa para una quinta temporada, la cual hasta el momento no ha sido confirmada.
