
Anora retrata de manera explosiva, frenética, extravagante y devastadora tan solo unos cuantos días de la vida de Ani, una stripper de Nueva York que una noche conoce al hijo de un magnate ruso y con quien vivirá los que podrían ser los mejores y los peores días de su vida.
Protagonizada por Mikey Madison, quien ofrece una actuación llena de matices que van desde la esperanza, el amor, la tristeza y la rabia a lo largo de la película. Sentimientos fundamentales en esta historia, la cual ha sido catalogada como una de las mejores de Sean Baker; algunos la describen como un retrato esperanzador, mientras que otros la catalogan como uno de los largometrajes más tristes del director, conocido por proyectos como Red Rocket y El proyecto Florida.

Mientras que Baker la describe como una historia de Cenicienta, en un comienzo podría parecer el clásico cuento sobre un amor entre dos personas de mundos diferentes que, de alguna manera, se complementan, como muchos de los que Hollywood ha presentado. Sin embargo, conforme avanza la película, la audiencia comprende que no podría estar más alejado de esto.
Anora explora temas como el trabajo sexual, la idea del amor y la desigualdad social, todo desde los ojos de Ani, quien desde un comienzo se presenta como un personaje fuerte y decidido, alguien que conoce su negocio, pero que debajo de esas uñas largas de mariposa y extensiones brillantes se esconde una mujer vulnerable y soñadora. Mientras que a Ivan, encarnado por Mark Eydelshteyn, lo muestran como un niño rico de 21 años, dispuesto a gastar todo su dinero en una noche, pero en especial decidido a escapar de sus padres a toda costa. Dos realidades completamente diferentes que chocan.

La primera parte de la película podría parecerse en ciertos momentos a la clásica Mujer bonita, mientras que la segunda parte se convierte en un viaje desenfrenado, en el que Ani pierde el control de la situación y otro carácter comienza a relucir.
La película retrata el trabajo sexual desde una perspectiva neutral, no se va al extremo en el que la protagonista es agredida en todo momento, pero tampoco lo romantiza.

Se adentra en un juego de poder, en el que las jerarquías parecen cambiar constantemente, y presenta la codificación que la sociedad les otorga a las mujeres con respecto a su cuerpo. Incluso muestra otro tipo de masculinidades, con personajes como Igor, interpretado por Yura Borisov, quien en un principio podría parecer el típico matón ruso, pero que a través de su silencio y actos demuestra una amabilidad poco común en esta clase de historias.

Visualmente, la noche es una de las grandes protagonistas, la cual adornan con extravagantes colores que adentran al espectador en la vida nocturna de Nueva York. Los cambios de cámara y las tomas centradas en los personajes permiten al público comprender mejor los sentimientos de cada uno. Además, la banda sonora acompaña perfectamente cada escena, como es el caso de la canción “Greatest Day” de Take That, que describe la burbuja de felicidad en la que se envuelve Ani.

Otro aspecto con el que juegan es con el tiempo: mientras que el primer acto de la película se siente desenfrenado y no es completamente claro cuántos días o semanas han pasado, el comienzo del segundo acto ocurre casi en tiempo real.
El director sabe cómo equilibrar el drama y la comedia en sus largometrajes, y Anora no es la excepción. En momentos, reírse de lo absurdo de la situación es inevitable, pero a su vez la crudeza y lo extraño de la escena no se vuelven una parodia.
Sin duda, esta película dará de qué hablar cuando llegue a más salas de cine a mediados de enero, y ya se perfila como una de las favoritas en esta temporada de premios, en especial en la categoría de mejor actriz.